Hazrat Inayat: Misticismo pt II
Hazrat Inayat Khan concluye aquí su charla sobre el misticismo, que comenzó aquí, describiendo la preparación que es necesaria para este desplegar.
Si hay algún secreto en el misticismo, éste es el único. Mientras una persona no haya desarrollado su visión, no debe oír, no debe ver. Por lo tanto, el maestro no da la iniciación para que uno vea y oiga, sino para que cambie su visión. Pero cuando el discípulo dice: “Vengo a ver y oír”, el maestro dice: “¡Espera!”
Les contaré mi propia experiencia. Antes de empezar la búsqueda de mi maestro, el poder de percepción ya se estaba desarrollando en mí. Es esto lo que despierta el deseo de buscar un maestro, pues el maestro puede darnos la explicación de la vida. No le hablé a mi maestro de esta facultad, porque estaba demasiado impresionado, le tenía demasiado respeto para hablar de lo que podía ver y oír. Pero un día, después de haber estado con mi maestro durante algún tiempo, me aventuré a hablar de ello. ¿Y cuál fue su respuesta? “Lo siento”. Yo esperaba una palabra de aliento. Pero añadió: “No es ver ni oír, es reconocer que eso obstaculiza nuestro progreso’.
Cuando esta visión se produce se llama clarividencia, y esta audición se llama clariaudiencia. ¡Qué mal se usan hoy estas palabras! A todo aquel que tiene la mente turbada, que quiere conocer el futuro y hablar de él, se lo llama clarividente. En realidad, este don de ver y oír es un regalo del Divino Ser. A quien tiene este poder se le confía el secreto de la vida. Cuanto más se atribuye ese poder y más se atrae a la gente, más se peca contra la ley de la naturaleza divina. Debe entenderse que en el momento en que este ver y oír comienzan se da una iniciación, y el hombre se hace responsable de los secretos que se le revelan. Además, si un hombre no estuviera preparado, si no hubiera llegado a un determinado punto, ¿de qué serviría? En una ocasión me divertí al escuchar a un hombre decir: “¿La condición de nuestro país? Tenemos tanta libertad que no sabemos qué hacer con ella”. Lo mismo ocurre con una persona que puede ver y oír; encuentra tanto que ver que no sabe qué hacer. El sufí, por lo tanto, está agradecido por lo que ve y oye, y también por lo que no ve ni oye. Aprende la resignación en el camino del viaje divino.
Ahora uno podría preguntarse, ¿qué tipo de preparación se necesita? La respuesta es: una preparación moral; pero no en el sentido que entendemos la palabra “moral” en la vida cotidiana. Lo que entendemos es egoísta, porque juzgamos a otro según nuestra ley, en lugar de considerarlo según su ley. Según la idea sufí, la moral es una cosa diferente, especialmente en lo que se refiere a esta preparación; es la consideración de la ley de la amistad, de la relación con los mayores o superiores o con los que son más jóvenes o inferiores. Aunque la amistad es algo sencillo de considerar, es muy difícil practicarla. Si vivimos una vida de amistad no hay nada mejor para lo que podamos vivir, y si conocemos el principio de la amistad no necesitamos la moral del mundo. Si en lugar de su propia ventaja y reglas de conducta un hombre tiene en cuenta la ventaja y las reglas de otra persona, entonces comienza a ver el alma de esa persona, pero mientras vea al otro como un ser separado, diferente de sí mismo, lo verá equivocadamente.
Por lo tanto, lo que el sufismo ofrece son medios para familiarizarse con estas ideas. Después de este conocimiento, el alma naturalmente se desenvuelve, y como consecuencia natural del desarrollo del alma, escucha más y más.
Traducido por Inam Anda