Hazrat Inayat: el conocimiento de la Verdad pt. II
Al concluir la primera entrega de esta serie, Hazrat Inayat Khan relata la conocida historia de los hombres ciegos que examinan el elefante, para enseñar algo sobre las diferencias religiosas, un pensamiento que él concluye aquí.
La religión es la ayuda para alcanzar la verdad, si bien es convertida en la verdad por la gente que no ve la diferencia entre los medios para alcanzar un objeto y el objeto mismo, la diferencia entre el camino y la meta. El camino es el medio para llegar a la meta. Pero cuando las personas discuten sobre el camino que toman, y disputan sobre las diferencias, ¿cuándo pueden alcanzar el verdadero logro? La vida es una oportunidad, y este entramado material es el medio que permite al alma llegar a una realización de la verdad última. Si uno no hace uso de este entramado (esto es, del cuerpo humano) para el propósito por el cual fue creado, entonces cualquier cosa que uno consiga viviendo en esta tierra solo será una total decepción al final, pues no se alcanzó lo que el alma siempre ha buscado y anhelado. Si hay un objeto que pueda llamarse el objeto real de cada alma, es precisamente este mismo “buscar la verdad”.
Aunque no se puede explicar y señalar la verdad, incluso una tenue sombra de la verdad atrae a la naturaleza humana. Piensa en el efecto que tiene la sinceridad sobre la especie humana. La personalidad de una persona sincera emite, por así decirlo, una fragancia que puedes sentir, garantizándote “aquí hay una persona sincera”. Confiar en ella puede darte paz. ¿Cuál es la explicación? Es que tenemos en esta persona, no la verdad última, pero sí una sombra de la verdad.
Piensa también, lo que una persona honesta te ofrece (el sentimiento de seguridad, el deseo de confiar) saca de ti algo en tu naturaleza, a saber, la disposición a creer, el deseo de entregar la confianza en alguien. ¡Qué paz llega entonces en la propia naturaleza! Y solo es un destello de la “verdad”.
Decimos que algo es real o imitación, solo con respecto a objetos, por ejemplo, el oro real comparado con el simulado, una piedra realmente preciosa comparada con una imitada. Piensa la diferencia que uno experimenta observándolos. ¡Qué impresión produce en el alma una piedra realmente preciosa, comparada con la impresión que suscita una gema de imitación! ¿Podemos acaso comparar una flor real con una imitación? Nunca puede dar la misma satisfacción, pues nuestra alma siempre está buscando la verdad, verdad en todas las cosas, en los objetos, en la personalidad, en el carácter, en todo.
Consciente o inconscientemente, el ser humano busca la realidad en todas las cosas, y es la realidad la única respuesta para el alma. La persona insincera, deshonesta o que mantiene la verdad lejos de sí, nunca da consuelo, ni a sí misma, ni a los demás. No puede dar paz a otros, aún menos a sí misma.
Todo esto muestra que el secreto de la felicidad, el secreto de la paz, y el secreto de todo lo que el ser humano persigue es “la verdad”. Pero la verdad que vemos bajo la forma de la honestidad, la sinceridad, la bondad, la transparencia, es como el horizonte: cuanto más avancemos hacia él, tanto más retrocede. Así pues, con la verdad última todas las cosas que se presentan como última verdad son pasos apenas. Nos conducen a la verdad última, pero la verdad última es aún más grande; es lo más grande de todas las cosas.
Continuará…
Traducido por Vadan Juan Camilo Betancur Gómez