Hazrat Inayat: Hacia la Meta pt VIII 

Hazrat Inayat Khan ofrece ahora una explicación sutil del intercambio en el plano de los jinns que a veces resulta tener la apariencia de reencarnación. La publicación anterior de la serie está aquí. 

El alma, al llegar en su retorno hacia la meta a la esfera de los jinns, ha recogido durante su vida en la tierra algunas riquezas en forma de méritos, cualidades, experiencias, convicciones, talentos, y cierta visión de la vida. Las pertenencias de la tierra las ha regresado a la tierra en su deceso, pero en el mundo espiritual el alma ofrece esas riquezas o permite que le sean tomadas, y las imparte a las almas que vienen de su fuente y que están camino a la tierra. Esas almas en su camino a la tierra, llenas de dicha celestial pero pobres de riquezas terrenales, compran con la moneda corriente del plano de los jinns garantías, contratos, hipotecas y todas las cuentas que el espíritu ha dejado inconclusas en la tierra; y tienen que comprometerse a pagarlas al venir a la tierra. Dentro de esas almas hay algunas que toman de un espíritu todo lo que pueden como su herencia del mundo espiritual; otras toman de muchos. Sin embargo, las almas que absorben, atraen, conciben y reciben todo lo que les dan en el plano espiritual han recibido talvez más de un espíritu que todos los regalos que han recibido de otros espíritus con los que se han encontrado. 

¿Priva este intercambio al espíritu en su camino a la meta de sus méritos y cualidades? No, de ninguna manera. Las riquezas que el alma puede tomar de la esfera de los jinns están sanas y salvas. Cualquier conocimiento o aprendizaje, merito o talento dado a otra persona no lo pierde la persona que lo da; esto solo hace al que entrega aún más rico. Cuando los hindús en tiempos antiguos decían a una persona malvada, “la próxima vez que nazcas será como perro o mico”, era para decirle a él que no conocía nada de la vida excepto a si mismo, que estas cualidades animales vendrían de nuevo como herencia del reino animal, así que no seria de nuevo conocido por sus amigos humanos como hombre, sino como animal. Cuando decían, “Tus buenas acciones te traerán de nuevo como una mejor persona”, lo decían para que el hombre que no conoce los dos polos extremos de su alma pudiera entender que ninguna buena acción podía perderse; y para el hombre que no tiene esperanza en la otra vida, y que solo conoce la vida como se vive en la tierra, era un consuelo saber que todo el bien que había hecho vendría de nuevo. La teoría que se explicaba así era verdad en ese sentido. 

Es solo una diferencia de palabras; el alma que viene de arriba no tiene nombre ni forma, ni identidad particular. No hace diferencia al alma como sea llamada; como no tiene nombre puede adoptar el nombre del abrigo que se le puso, pues esa es la naturaleza de la vida. La túnica de la justicia puesta en una persona hace de él un juez y el uniforme de un policía hace de él un alguacil. Pero el juez no nació juez, ni el alguacil policía; nacieron en la tierra sin nombre, aunque no sin forma. Las distinciones y diferencias pertenecen al mundo inferior no al más alto; por lo tanto, el Sufi no discute en contra de la idea de la reencarnación. La diferencia está sólo en las palabras; y es necesario tener precaución para que la puerta permanezca abierta para las almas que deseen entrar al Reino de Dios; que ellos no se sientan atados por el dogma de que serán arrastrados hacia atrás después de haber dejado el plano terrenal según su karma. El alma del hombre es una chispa de Dios. Aunque esta chispa está limitada en la tierra, Dios es todopoderoso; y al enseñar la oración “Venga a nosotros tu reino, Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”, el maestro ha dado una llave a toda alma que repite la oración; una llave para abrir la puerta detrás de la cual se encuentra el secreto de aquel poder omnipotente y perfecta sabiduría que eleva al alma por encima de todas sus limitaciones. 

Continuará… 

Traducción al español: Hafiz Juan Manuel Angel