Haciendo realidad
Una de las máximas de su padre que al Mushid Hidayat le encantaba citar era esta, de la sección de los Alapas* del Gayan: “Haz de Dios una realidad y Dios hará de ti la Verdad”. Para la persona promedio, “Dios” es un concepto, no una realidad, un concepto que podemos considerar en algunas ocasiones, pero eso está lejos de estar siempre presente. En consecuencia, estamos también lejos de la Verdad. ¿Qué podemos hacer para cambiar esto?
Un lugar por donde empezar es el de hacer una realidad nuestras prácticas espirituales. Con la iniciación se nos han dado algunos ejercicios para ayudarnos a lo largo del camino, y Hazrat Inayat Khan con frecuencia enfatizó la importancia de ser constantes en ello; nuestros ejercicios espirituales pueden verse como el hilo cuya función es guiarnos a la salida del laberinto. Dejar de hacerlos es como soltar el hilo en la oscuridad, encontrarlo de nuevo es incierto –y ciertamente demanda mucho tiempo.
Pero aun suponiendo que hacemos nuestros ejercicios cada día sin falta, la sola repetición de varias palabras y acciones no los hace sagrados; las prácticas solo pasan del concepto a la realidad cuando comenzamos a encontrar vida en ellas. La diferencia entre una persona y su sombra, nos dice Hazrat Inayat, es que la sombra no está viva. Las prácticas superficiales, mecánicas, son solo la sombra, pero cuando comenzamos a descubrir la belleza, la armonía y la corriente de amor en ellas, entonces se vuelven verdaderamente vivientes.
Quienes recuerden la lección de Hazrat Inayat Khan en su obra Una, en la que la artista sacrifica su propia vida para que su obra de arte pueda vivir, verán que nuestras prácticas cobran vida porque nosotros se la damos. No podríamos esperar una mejor oferta: al dar lo poco que tenemos para dar, podemos ser recompensados con el infinito.
* En la terminología de la música India, “alapa” es la obertura de una interpretación musical, la exploración libre e improvisada de un pensamiento musical. Pir-o-Murshid Inayat Khan dijo que las expresiones de los Alapas [al comienzo de su libro de aforismos, Gayan] podían escucharse como Dios hablando a la humanidad.
Traducido por Vadan Juan Camilo Betancur