Mas a cerca de reconocer a Dios
En la charla recientemente publicada sobre maestría en el mundo, Hazrat Inayat Khan cita un muy esclarecedor consejo de ‘un amigo de su Murshid’, que cuando mil pensamientos nos distraen de nuestras meditaciones, el problema no está tanto en los pensamientos como en nuestra relación con ellos. Al que estaba distraído, el amigo le dijo, Reconoces a otro y no a Dios, no reconoces a Dios. No piensas que lo que sea que venga ante ti es Dios y nada más que Dios. Pero no sabes que no hay nadie más que Dios. Lo que sea que llegue ante nosotros, deberíamos reconocerlo como Dios. Cualquier pensamiento que llegue, deberíamos decir que no es nada más que Dios. Entonces, en toda nuestra actividad, cualquiera que sea, sólo veremos a Dios.
No es fácil reconocer al que todo lo compenetra. Hablando en general, el mundo podría ser clasificado en varias categorías: existen aquellos que no tienen creencia consciente; existen aquellos que tienen alguna creencia, pero que es más conceptual que fundada en certidumbre; y existen algunos que han tenido alguna experiencia que les confirma que detrás de su creencia existe una realidad, por muy lejos que se encuentre.
Aquellos del tercer grupo, de forma muy natural, tienden a mirar con gran reverencia lo que sea que les ayudó en ese momento de reconocimiento. Si estaban rezando en un templo y tuvieron un instante de percepción, entonces naturalmente asocian la Divina Presencia con ese templo, y con esas oraciones o rituales, y puede tomar mucho tiempo para reconocer que la misma Presencia Divina está también en todo fuera del templo. O si estaban en la soledad de la naturaleza y tuvieron alguna comprensión, eso seguramente profundizó su amor a la naturaleza, pero les puede ser difícil encontrar la misma verdad en la ciudad.
Tal etapa es natural y entendible, pero si nos detenemos ahí, estamos, como dice Hazrat Inayat Khan, quedándonos quietos en la escalera que se supone debe llevarnos hacia arriba, volviéndonos obsesionados al escalón en lugar de a la meta a la que nos puede conducir. En palabras del amigo mencionado arriba, esto es “pensar que solo Dios es Dios y todo lo demás es otro”. Si nos esforzáramos en reconocer la Divinidad en todo cuanto ocurre ante nosotros, todo cambiaría.
¿Y cuál es el obstáculo para ese reconocimiento? Solo nuestro ego, la causa fundamental de toda separación. Podemos aprobar en principio la idea de que todo es Dios, pero cuando somos confrontados con un colega difícil, por ejemplo, mi “yo” se rehúsa a concederle a él o a ella siquiera una chispa de divinidad. Para ponerlo en otra forma, el “otro” no está en el colega, sino en nuestra propia mente, y si queremos abrir el corazón a la Unidad, tenemos que dar la bienvenida a la totalidad. Si vemos al colega y reconocemos a alguien difícil, hemos hecho una separación, o podríamos decir, nos hemos colocado nosotros mismos en el exilio, pero si miramos al colega y reconocemos a Dios, hemos llegado a casa.
Traducción al español: Hafiz Juan Manuel Angel