Innecesario de otras criaturas
En el poema – u oración – de Abu Saeed publicado aquí, pide que se le otorgue un gran privilegio, llegar a contentarse tanto con la Presencia Divina que todas las demás necesidades desaparezcan. Él dice,
Hazme innecesario de otras criaturas.
Hazme innecesario de ambos mundos
concédeme esa pobreza que regalas a tus amigos.
Esto podría hacernos pensar en la explicación dada por Hazrat Inayat Khan del simbolismo en el emblema sufi. Las dos alas que permiten que el corazón vuele libremente, nos dice, son independencia e indiferencia. No es difícil para nosotros comprender el primer concepto, ya que generalmente atesoramos nuestra autosuficiencia material, y depender del apoyo de otro puede ser incómodamente debilitante. Sin embargo, la indiferencia es desconcertante para muchos. No puede significar volverse frío e insensible, ya que las enseñanzas sufis constantemente nos recomiendan abrigar y abrir nuestros corazones. ¿Qué es, entonces, ser indiferente?
El que aspira amar al Uno debe elevarse por encima de los muchos, o, en otras palabras, por encima de todos los nombres y formas, ya sea en el mundo visible o invisible. (Esto podría hacernos pensar en las palabras en la oración Khatum, ‘Elévanos por encima de distinciones y diferencias…’) Para el que solo ama a Dios, por lo tanto, no importa si llueve o brilla el sol, si hay palabras amables o duras, o incluso si uno está en la tierra o en el cielo. Lo que importa es siempre y solo la Presencia del Amado, porque ese es el significado de la locura del amor.
De esto podemos ver que la pobreza que Abu Saeed pide, no es necesariamente una escasez de bienes, aunque la falta de posesiones materiales puede ayudarnos en este camino; es útil saber que necesitamos menos de lo que convencionalmente se trata de enseñarnos. Pero en este caso, se refiere a la pobreza de desapego, a lo que Hazrat Inayat Khan se refiere en esta publicación como vairagya. Cuando olvidamos nuestros bolsillos y vaciamos nuestros corazones y nuestras mentes por el bien del Amado, nos encontramos con la paradoja final: al no tener nada, somos bendecidos con el Omnipresente que lo hizo todo. Entonces, como Abu Saeed pide humildemente, estamos contentos, y esa satisfacción es nuestra riqueza.
Traducido al español por Arifa Margarita Rosa Jáuregui