Cuentos: Nasrudín y el dividendo
Sucedió una vez que el Mulá Nasrudín notó que necesitaba harina, y por lo tanto tendría que ir al molino. En consecuencia, cargó su burro con un saco de grano, y se preparó para partir. Pero cuando sus vecinos se dieron cuenta de lo que planeaba hacer, uno tras otro vinieron hacia él, también con un burro que llevaba grano. “Mulá… vas al molino, ¿podrías por favor también llevar esto por mí?”, “Mulá, nos podrías hacer el favor…”, “Mulá, no será ningún problema para ti, ¿verdad?” Y antes de que supiera lo que estaba pasando, Nasrudín estaba dirigiendo toda una hilera de burros cargados.
Al salir del pueblo, sentado en su burro, el Mulá miró la hilera detrás de él y pensó: “Debo ser cuidadoso de no perder ninguno de estos animales. ¡Imagínate cómo me regañarían si uno de ellos faltara!” Y así contó los pesados burros: “… siete, ocho, nueve. Son nueve”, se dijo a sí mismo.
Y cuando llegó a la vista del molino, los contó de nuevo. “Sí, nueve”, confirmó. “Todos han llegado a salvo”.
En el molino, él y el molinero descargaron los burros, y el molinero se puso a trabajar. Mientras tanto, el Mulá se sentó con la espalda contra el molino a esperar. Para pasar el tiempo, contó distraídamente los burros una vez más, y se sobresaltó: ¡No había nueve sino diez burros hurgando tranquilamente la hierba! Contó de nuevo, y luego otra vez, pero cada vez, encontró diez burros.
Después de que el molinero había terminado el trabajo, y Nasrudín se dirigía a casa de nuevo, miró hacia atrás, y una vez más contó los burros, en lugar de los diez que esperaba, encontró nuevamente sólo nueve.
Cuando regresó al pueblo, en consecuencia, el Mulá hizo el siguiente anuncio a sus vecinos: “Ha habido un milagro inexplicable, y en el molino el Todopoderoso consideró oportuno multiplicar el grano de este pueblo, quizás por consideración a mi turbante. Por lo tanto, todos me deben una décima parte de su harina como dividendo”.
Traducido por Yaqín, Rodrigo Esteban Anda