Tales : Nasruddin and the providence of God (Spanish version)

Cuentos: Nasrudín y la providencia de Dios

Sucedió una vez hace mucho tiempo que el mulá Nasrudín estaba sentado con un amigo en el mercado, conversando sobre temas tan profundos como la generosidad del Todopoderoso, cuando un cierto hombre de negocios se acercó.

“Mulá”, dijo el negociante, “quizás usted estaría de acuerdo en hacerme un pequeño favor. Hay un hombre que desea vender una granja a las afueras del pueblo, y sé que es su amigo. Estoy seguro de que si habla con él por mí, él ofrecería un mejor precio. “Aquí”, dijo, ofreciendo un pequeño saco de oro, “llévele esto y mire si puede ablandar su corazón”.

El mulá vaciló, y el hombre de negocios añadió ingratamente: “Le aseguro, Mulá, si me hace este favor, será ricamente recompensado”.

—Muy bien —dijo Nasrudín, tomando el dinero. “Voy a hablar con él.” Pero cuando el hombre de negocios se había ido, el amigo dijo: “Nasrudín, ¿por qué te dejas enredar en este tipo de negocios? Ese hombre es un terrible tramposo.”

“Sí, lo sé”, dijo Nasrudín, “pero el Todopoderoso proveerá.” Y con eso, se fue a hablar con el hombre que deseaba vender su granja.

Unos días más tarde, Nasrudín estaba sentado de nuevo en el mercado con su amigo cuando el negociante regresó. “Mulá”, dijo con entusiasmo, “¿hay alguna noticia?”

“Sí”, dijo Nasrudín, “mi amigo estaba dispuesto a vender a un precio muy bajo. Aquí tiene”, y devolvió el saco, todavía medio lleno, al hombre de negocios.

“Alabado sea el cielo”, dijo el hombre de negocios, “¡esta es una muy buena noticia!” Y dio media vuelta como si fuera a irse.

“¡No tan rápido!”, dijo el amigo de Nasrudín. “¿Qué hay de una recompensa para el mulá?”

“Las recompensas vienen de arriba”, dijo el hombre de negocios, señalando piadosamente hacia arriba. “¿Quién soy yo para interponerme entre el Mulá y el Todopoderoso? Lo que tengo es sólo polvo. El Proveedor, de Su infinita Abundancia, sin duda recompensará a Su siervo por sus buenas acciones.” Y sin decir ni una palabra más se marchó.

“Me pregunto”, dijo Nasrudín pensativo, viendo partir al hombre de negocios, “¿qué dirá cuando se entere de que el Proveedor me ha recompensado con la granja? La escritura está a mi nombre.”

Traducido por Darafshan Daniela Anda

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