Cuando los animales hablan
Hay una tradición en Escandinavia, y en varias partes de Europa, según la cual en tiempo de Navidad —algunos dicen que justo desde la medianoche, cuando presuntamente nació el Niño Jesús; y otros, en el momento en que los sabios del Este llegaron a rendir homenaje— los animales recibieron el don del habla humana.
Quienes estudian el folclor han presentado varias teorías académicas sobre el origen de esta creencia, como por ejemplo la fusión de creencias paganas previas con el “nuevo” cristianismo, o que [esta creencia expresa que] el mundo se hubiera puesto patas arriba porque el nacimiento ocurriera a medianoche, pero también se puede hallar, en esta creencia, una lección mística pura y simple. Si el bebé representa la divinidad manifestada en forma humana, presente a la vista y sin velo, es natural que toda la naturaleza hubiese respondido. Hazrat Inayat Khan comentó una vez que todos los átomos “se levantan”, tanto por respeto como por inspiración, en presencia del alma iluminada. Aquellos seres realizados que han abandonado toda pretensión del “yo” se convierten en la Verdad a la que aspira el universo.
En su base, la imagen de bestias hablantes es una representación de aquella manifestación de luz. La presencia divina se encuentra en todos los nombres y formas; estamos hechos de amor, por amor. Pero, en gran parte de la creación, esa Presencia permanece oculta, esperando a ser revelada. Incluso los árboles del bosque, dijo Hazrat Inayat, están plantados en la esperanza, en la esperanza de que algún día esa vida que los hace elevarse a lo alto será revelada y se haga totalmente consciente de sí misma.
También está esperando la gran familia humana, pero mientras no despertemos a nuestra herencia divina interior, seguiremos siendo poco más que animales. Pero cuando la luz comienza a brillar, y comenzamos a hablar como verdaderos humanos, muestra un paso superior en nuestra consciencia.
Así, todos podemos recordar el regalo del nacimiento Divino, e intentar hablar a través de la oscuridad, como auténticos seres humanos, en la sinceridad y la verdad.
Traducción por Vadan Juan Camilo Betancur Gómez