¿Eterna juventud?
Nuestra era actual, con la posibilidad de grabar virtualmente cada instante de la vida en fotos que después pueden ser alteradas para mejorar la apariencia —ajustar la forma de la cara, refrescar el color de la piel, eliminar cualquier molesta mancha o arruga y, mientras estamos en esas, mejorar los tonos del atardecer en el fondo, porque nos merecemos lo mejor independientemente de lo que la naturaleza tenga para ofrecernos—parece poner mucho énfasis en el valor de la juventud y la belleza. Es natural apreciar las tempranas y vigorosas etapas de la vida, pero esto conlleva, por supuesto, un peligro como podemos ver en una antigua leyenda griega.
Hace mucho, mucho tiempo, nos dice la leyenda, la diosa Afrodita tuvo una hija, Harmonía, y cuando la joven creció se comprometió con Cadmo, el primer héroe griego y fundador de la ciudad de Tebas. (Lo cual establece al mito como algo cercano a las raíces mismas de la creencia griega.) Tras el compromiso de Harmonía, Hefesto, el herrero de los dioses, le ofreció un regalo que portaba consigo un destino terrible. Hefesto era el esposo de Afrodita, pero —siendo las familias disfuncionales un aspecto bien insertado en la mitología griega— no era el padre de Harmonía y, por sus celos por la aventura extramatrimonial de Afrodita con otro Dios, escogió el compromiso de Harmonía para vengarse. El collar que le obsequió estaba exquisitamente elaborado, pues era un artesano de divinidad, pero también estaba maldecido por su ira: arruinaría la vida de quien lo usara. Pero el mal estaba oculto bajo una apariencia buena, porque también le concedía juventud y belleza eterna al portador. Las mujeres, viendo solo la apariencia y desconociendo las consecuencias, estaban ansiosas de ponérselo, y generación tras generación padecieron calamidades. A pesar de su delicado nombre, Harmonía fue destruida — según una versión de la historia, ella y Cadmo fueron convertidos en serpientes — y cuando el collar eventualmente llegó a Yocasta, fueron la belleza y juventud resultantes las que indujeron a su hijo Edipo a casarse con ella sin saberlo.
La lección es clara. Los antiguos griegos por supuesto no tenían la facilidad digital que tenemos nosotros, pero entendían muy bien el impulso humano que ha conllevado a la evolución de la selfie retocada. Podemos pensar que hemos evolucionado desde finales de la era neolítica, pero realmente no es así. Solo la tecnología ha cambiado.
Si queremos aplicar la lección del collar de Harmonía, podemos encontrar un buen consejo en esta frase del Vayan, Alapas: Da todo lo que tienes y toma todo lo que te es dado. En otras palabras, trata sin reservas de aceptar lo bueno y lo malo de la vida en la tierra, mientras dedicas todos tus esfuerzos, toda tu atención, no a tu propia imagen, sino al Divino Ideal.
Traducción Darafshan Daniela Anda
Increíble, poco hemos avanzado….!