Hazrat Inayat: Vida después de la muerte pt IV
En esta parte de su plática sobre la vida después de la muerte, Hazrat Inayat hace un uso extenso de la imagen del océano y la tierra para explicar la relación de la vida interior y exterior. La parte anterior de esta serie se encuentra aquí.
Después de la muerte física, la vida que no puede morir anima al hombre y éste permanece siempre vivo. Tanto en la tierra como en el océano existimos los seres vivos, portando ambos elementos en nuestra forma, la tierra y el agua. Los seres del océano también están formados de tierra. Tenemos también agua en nuestra constitución. Sin embargo, el océano nos es tan extraño como lo es la tierra para las criaturas del mar. Ninguno quisiera intercambiar su lugar, y si pasa que están fuera de su elemento, esto los lleva a su fin. Es porque el pez no se ha dado cuenta que también es un ser terrestre y que la tierra es también su elemento, que no puede vivir en la tierra; y de la misma manera, los seres de la tierra cuya vida depende de alcanzar la orilla, se equivocan cuando creen que se hundirán en el océano.
Si fuéramos arrojados al mar, sería algo terrible. Estaríamos convencidos de que iríamos al fondo, que nos ahogaríamos. Es nuestro miedo y nuestro pensamiento lo que nos hace ir al fondo; si no fuera por eso no habría razón por la cual hundirnos. El mar levanta todo un barco en el que un millar de personas viajan y en el que hay toneladas de carga; ¿Por qué no habría de levantar nuestro pequeño cuerpo?
Nuestro ser interior es como el mar, nuestro ser exterior es como la tierra. Así es con la palabra llamada muerte. Es la parte océano de nosotros, donde somos apartados de nuestra parte terrenal, y al no estar acostumbrados, el viaje nos parece desconocido e incómodo y lo llamamos muerte. Para el hombre de mar, cuando lo escoge, es tan fácil viajar en el océano como en la tierra. Cristo en relación con este tema le dice a Pedro “Oh tú, hombre de poca fe, ¿a dónde se ha marchado tu duda?” * En ambos, en sanscrito y en prakrit, la liberación es llamada taran, que significa nadar. Es el poder de nadar el que hace del agua la morada del pez terrenal y para los que nadan en el océano de la vida eterna, en presencia o ausencia del cuerpo, se convierte en su morada eterna.
El nadador juega con el agua. Al principio nada una corta distancia luego lo hace más lejos. Después llega a dominarlo y al final es su hogar, su elemento como lo es la tierra. Aquel que ha dominado estos dos elementos ha ganado toda la maestría.
Los clavadistas en el puerto de Ceylán y los árabes en el Mar Rojo se sumergen en el mar. Primero tapan sus oídos, ojos, labios y nariz, luego bucean y sacan perlas. El místico también bucea en el océano de la conciencia cerrando sus sentidos al mundo externo y entrando así en el plano abstracto.
El trabajo del sufi es quitarse el miedo a la muerte. Este camino es recorrido para conocer en vida lo que será de nosotros después de la muerte. Como se dice en el Hadith, ‘Mutu qabla anta mutu’ o “Muere antes de la muerte”. Para abandonar este traje mortal, para enseñar al alma que no es este ser mortal, sino que es ese ser inmortal, de tal manera que podamos escapar de esa gran decepción que trae la muerte, eso es lo que se logra en vida por parte de un sufi.
Traducción al español: Hafiz Juan Manuel Angel