Hazrat Inayat: El Conocimiento de la Verdad parte IV
Con esta publicación, Hazrat Inayat Khan continúa sus enseñanzas sobre la realización de la verdad, y concluye que no es necesario retirarse al desierto si podemos discriminar entre la moneda verdadera y la falsificada. La publicación anterior de esta serie puede encontrarse aquí.
La falta de realidad y la falta de verdad hacen que uno se desvíe de la verdad todo el tiempo, aunque al mismo tiempo hay un gran deseo de comprender y aprender la verdad. Pero, si bien impulsada por ese deseo, cuando la persona viene a buscar la verdad, piensa encontrarla en la complejidad de las cosas, cosas que no puede comprender. Las palabras sencillas de grandes maestros como Cristo y Buda son demasiado sencillas para muchos, que dicen: “esto es solo algo que siempre hemos escuchado en las iglesias, algo que los ancianos siempre han dicho”. Piensa que no es nuevo, y solo puede dedicar su mente a algo nuevo y complejo, algo que no puede comprender. Así que avanza a tientas en la oscuridad, hacia una sutileza tras otra.
Es como entrar en un laberinto. Los niños disfrutan de ir a un lugar donde no pueden encontrar su camino, porque saben que están seguros con sus padres todo el tiempo. Así también, el alma que no está madura continúa buscando las complejidades, y no está satisfecha con la verdad última. Si uno tuviera que describir la verdad en palabras simples esas personas responderán: “eso es demasiado simple”, “lo sabemos”, “ya lo sabemos”. Pero, aunque el conocimiento real de la verdad ya está dentro de cada persona, nadie es consciente de saberlo. Si se le hace consciente de ello ahora, después de todo solo se le hace consciente de algo que ya está allí; por eso no cree que lo que oye sea algo nuevo. Es verdad. Ya estaba ahí todo el tiempo. La verdadera enseñanza espiritual no consiste en impartir algo a otro, sino en despertar en él un sentido que requiere ser despertado. Ningún maestro espiritual imparte nuevos conocimientos a su alumno a menos que quiera que juegue con un enigma. Los padres a menudo crean un gran juego para sus hijos al dejarlos perplejos con enigmas.
Cuando una persona realmente desea encontrar el camino, no está muy lejos de él. Que esté lejos o no depende de la sinceridad del deseo de encontrarlo. Lo que se necesita para encontrarlo no es mucha lectura, o discusión, o argumento, sino un estudio práctico de uno mismo. Uno se pregunta a sí mismo “¿qué soy yo? ¿Soy un cuerpo material, o una mente, o algo detrás de una mente? ¿Soy yo mismo, o soy mi abrigo? ¿Es este objeto “yo” o algo diferente? ¿Es este cuerpo mi cubierta o yo mismo?”.
La verdad se puede alcanzar reflexionando así: “¿por qué estoy trabajando desde la mañana hasta la noche? ¿Cuál es el propósito de mi vida: trabajar por la riqueza, el honor o la posición? Si esa es mi vida, ¿cómo podré sostenerla? ¿Debo separarme de lo que he recolectado? Si es así, entonces no me pertenece; por lo que no es realmente de mi propiedad. Lo que puede ser arrebatado de mi mano no es realmente mi propiedad y, por lo tanto, debo buscar algo, en mí mismo, tal vez, de lo que se pueda depender, y que también sea valioso”.
Una vez que una persona se da cuenta de la falsedad de las cosas, dejará de considerarlas importantes; su color se desvanece, y sus verdaderos valores aparecen. Es como un niño que entra en un teatro y ve un palacio en el escenario. Piensa: “qué hermoso; me gustaría vivir allí en ese palacio”. Pero llévalo durante el día y permítele ver que en realidad era solo una cortina pintada, y no un palacio en absoluto, entonces perderá el valor que le atribuía a esa escena. Así es con todas las cosas. Todo lo que valoramos, todo lo que anhelamos y nos afanamos, desde la mañana hasta la noche, todas estas cosas nos hacen perder de vista la honestidad y la verdad. Muy a menudo nos colocamos en posiciones en las que se pierden la honestidad y la verdad, donde una persona conspira contra otra y donde hay reciprocidad en la falsedad. La vida entera de uno se retuerce y se cubre de falsedad. El alma debe desenvolverse para que la realidad pueda aparecer.
Esto no significa que estamos obligados a renunciar a todo lo que es falso y a todo lo que parece real. Eso sería imposible. No podemos vivir en el mundo y pasar por alto su necesidad y todo lo que es necesario para la vida. Debemos trabajar por tales cosas. Pero al mismo tiempo debemos tener una comprensión de lo verdadero y lo falso, debemos discriminar entre cuál es la necesidad de nuestra alma y cuál es la necesidad de nuestro cuerpo, lo que nuestra alma busca y que siempre se quedará con nosotros, y lo que nos dejará. Se trata de discriminar entre la moneda verdadera y su falsificación. No se trata de retirarse del mundo e “ir a vivir en un bosque”.
Continuará…
Traducido por Yaqín, Rodrigo Esteban Anda